

En mayo pasado, la iglesia que se encontraba bajo el agua de la presa “La Purísima” quedó al descubierto debido a la sequía extrema en la que se encontraba Guanajuato.
De acuerdo con el periodista de “Por la mañana”, Humberto Padgett, quien hace poco más de cuatro meses visitó “La Purísima“, la presa disminuyó su volumen a menos del 50 por ciento.
La iglesia, que data del siglo XVIII y fue dedicado a la Virgen de los Dolores, no se “había asomado” desde finales de los años 70, principios de los 80, cuando se construyó la presa en el pueblo del Zangarro.
Sin embargo, gracias a las lluvias de los últimos meses, la presa volvió a incrementar su volumen, la cual actualmente se encuentra al 108 por ciento de su capacidad, volviendo a cubrir el templo.
“La cantidad de agua que ha caído aquí es verdaderamente atípica […] La presa ya no tiene el color verdoso de la algas concentradas por los bajos niveles de agua, ahora es un embalse que se ve robusto. Hay patos, hay garzas“, comentó Pagett.

Templo de presa La Purísima
El recinto católico, que combina los estilos neoclásico y barroco, era el corazón de la comunidad del Zangarro, relevante desde la época virreinal porque ahí se situaban oficinas del registro civil y la vicaría de la entonces conocida como Villa Real de Mina de Guanajuato.
“Era concurrido el lugar, la parroquia, porque ahí se encontraba el registro civil y la vicaría, tenía el permiso para realizar ese tipo de trámites, por eso era un lugar muy importante”, explicó este lunes en entrevista con EFE Dulce María Vázquez, directora del Archivo Municipal de la ciudad de Irapuato, ubicada a 25 kilómetros del templo.
Sin embargo, la historia de la comunidad llegaría a su fin con un decreto presidencial firmado en 1979 por el entonces presidente de México, José López Portillo.
El mandatario ordenó que en las mil 200 hectáreas que abarcaba el poblado se construyera la presa La Purísima. La indicación obedeció a que seis años antes, un sábado 18 de agosto, Irapuato fue inundado por completo tras el desborde de la presa El Conejo.
“Cuenta la historia oral que les costó mucho irse del lugar, más que por las construcciones, por el sentido de pertenencia al lugar […] Unos cuantos se resistieron hasta que vieron que ya era una realidad que el agua llegaría para cubrir todo el poblado”, relata Dulce Vázquez.
Así, los habitantes del Zangarro tuvieron que ser reubicados en terrenos cercanos, y refundaron su comunidad preservando el mismo nombre.
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